Narcisismo y el viejo rollo de la globalización

21.10.2016 21:14

Narcisismo y el viejo rollo de la Globalización

 

“Pienso, me miro al espejo, luego existo”

 

Pausanias (ss.II) relata el mito de Narciso:

 

                  Narciso tenía una hermana gemela a la que se parecía extremadamente. Los dos jóvenes eran muy hermosos. La joven murió. Narciso, que la quería mucho, sintió un gran dolor, y un día que se vio en un manantial, creyó al principio ver a su hermana, y esto consoló su pena. Aún cuando supo que no era su hermana la que veía, adquirió la costumbre de mirarse en los manantiales, para consolarse por su pérdida.

 

                  Freud y el psicoanálisis recogieron el mito de Narciso, aplicando el concepto de narcisista: a un joven hermoso enamorado de su propia imagen o aquella persona que tiene una especial adoración por su físico e inteligencia, no aceptando la superioridad de otra mejor que ella. Por lo tanto reclama una «justa» admiración  y pleitesía hacia él.

 

                  El narcisismo existió siempre, el culto al yo, no es ninguna novedad, aunque parezca ser más una actitud posmoderna. Recordamos a un irreverente Oscar Wilde (1854-1900), un dandy en la conservadora época victoriana, destacado representante del esteticismo, concepción moral que proclama la belleza como guía suprema de la acción humana. Autor de obras como «El retrato de Dorian Gray» que generaban críticas por su inmoralidad y el exacerbado culto al yo. O a nuestro cholo dandy Abraham Valdelomar, que se  hacía apodar el Conde de Lemos, y cada vez que daba la mano a otro, le decía que podía ir a su pueblo y contar que ha estrechado la mano de A. Valdelomar (Vallejo incluido).

 

                  A nadie parece importarle el dar crédito a los políticos (supuestos propulsores del cambio) ni a las ideologías, porque  o están muertas o no les sirve. Es decir hay un repliegue al individuo, una ausencia e indiferencia por los problemas del resto. Genera hedonismo, culto a los actos placenteros. Y el muy publicitado término de Globalización, parece haber logrado los objetivos, claro está de los poderosos imperios económicos trasnacionales (petroleros, colas, cervezas, etc.). Y los beneficios de la Globalización para las clases pobres, aún están pendientes. Mejor debió llamarse Masificación, el pretender que todos «somos iguales»; y esto tal vez le caiga simpático a Dios, pero no tan bien como a los que nos bombardean con sus productos en la tele, impulsando un consumismo a rajatabla.

 

                  Ken Booth, politólogo internacional asevera «pienso que el problema no es en sí la globalización, sino la clase de globalización que se está aplicando en estos últimos veinte años: un modelo liberal de globalización, contrario a los intereses de mucha gente».

                  Puede ser que la Globalización haya producido abortos como el consumismo, transnacionales monopolistas, información indiscriminada para todo tipo de usuarios vía Internet, etc. Pero más allá del mal agradecimiento,  ha generado una hija hermosa y fecunda: la Diversidad. Nos ha permitido ver con una mayor claridad y contundencia, toda la diversidad cultural, social, religiosa, que nos rodea. Suele decirse: ‘No se admira lo que no se conoce’,  y si admirar ya es mucho, al menos aprenderemos a respetarla. El Narcisismo se encuentra cara a cara con los mil y un rostros de la Diversidad y ya no con el único deforme y distorsionado rostro de una Globalización fallida.